17/5/12

"Pronto nos veremos de nuevo"

Desperté con la mirada fija al techo, trataba de recordar lo que estuvo perturbando mis sueños, sabía que había sido una pesadilla más. Mi corazon estaba acelerado, mi mente estaba gritando, sentía el miedo corroer todo mi cuerpo, quizá si sabía lo que era, pero no quería.

La habitacion estaba impregnada de silencio cegador, de oscuridad, y más silencio. No podía desprender mis ojos del techo, no queria mirar a los lados y conseguir algo que me hiciera llorar, o  gritar o cualquier otra cosa, estaba nervioso. Al fin y al cabo tenía miedo.

Había pasado ya varios meses soñando que corría, desorbitado, en un caudal abierto y oscuro, que huía de algo, pero era imposible, siempre lograba alcanzarme. Era esa la misma sensación que tenía en ese preciso instante. Quise correr, pero mis piernas no reaccionaron, y si lo hubiesen hecho, a dónde correría, la habitación es demasiado pequeña como para esconderse de una catástrofe, sólo podía quedarme ahí, esperando, consumido por el suspenso y los pensamientos, imaginando qué podía haber detrás de esas cosas en el lugar, me preguntaba qué eran esas sombras que se movían, no tenía ventanas, no podían ser las ramas de un árbol, no había ninguna luz diminuta, no había nada. Solamente estabamos el silencio y yo, en nuestra batalla, la que siempre solemos tener y termino perdiendo.

Mi cuerpo desprendió un sonido leve, me alarmé. No sabía qué podía ser, no quería saberlo tampoco. Mis ojos seguían mirando al desquiciante cielo negro sobre mi nariz.

De repente escuché un crujido, esta vez no venía de mí, sino de las puertas, la de el baño, la de el closet. La puerta de salida se cerró bruscamente. Respiraba rápido y pesado, podía ver los latidos de mi corazón aterrado sobre las sábanas encima de mí. Alguien comenzaba a acercarse lentamente, un minuto parecía ser un hora, los segundos años. Cada paso, los pude sentir, aún puedo sentirlos. Cuando estuvo lo suficientemente cerca para verlo cerré los ojos, me congelé de miedo. Luego colocó sus largas uñas sobre mis mejillas, y con una voz rasposa dijo que aún no era la hora, que debía soportar unos golpes más.

Dijo, que vendría por mí, sólo que no ahora, nos volveremos a ver. Y la próxima vez, no te escaparás.


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