"Sin importar la caída, disfruta el vuelo"


“Cierra tus pequeños ojos, no le temas al vientos, no te hará daño, es tan extraño y tan perfecto, no mires hacia el suelo, mis manos están bajo tus alas, siente como sin querer te desprendes, no caerás, no te dolerá, aquí estoy apreciando tus ansias de bailar. No tengas miedo a caer, sé feliz por tener la virtud de volar. Diferentes perspectivas… No brilla el sol, no se nubla la luna, disfruta la brisa en tu rostro, no te preocupes por la caída, eso será lo último que por tu mente pasará…”

 El cantar a las hojas cayendo era un hábito inevitable.

Tras incontables noches de indescriptible desidia por lo monótono de mis crepúsculos, comencé a buscar en internet, temas que fueran de mi escaso y severo interés, para cambiar un poco el rumbo de mi rutina diaria; despertar desanimada, ducharme, alterar mis oídos con gritos irracionales, ir a clases, escuchar música mientras escribo todo lo que los profesores dictan para hacer un evaluativo de algo que probablemente no nos sirva de nada en nuestra patética existencia, llegar del colegio, cambiar mi ropa, ducharme de nuevo, comer si así lo deseo, entrar en las redes sociales más comunes, escuchar mas música, estudiar si tengo algún tipo de examen, y finalmente tratar de dormir recordando lo trágicamente aburrido que fue mi día.
Ya corriendo el reloj buscando tal fuente de distracción, cerrando y abriendo millones de páginas mediocres, finalmente, logré mi objetivo, había conseguido algo que absorbiera por completo la desdicha que sentía, lo que me ayudaría a distraerme de tanta homogeneidad, un blog. Sus letras relataban uno a uno sentimientos que surcaban mi ser desde el inicio de mi memoria hasta la última vez que decidí usar mi cerebro. Todas las semanas creaba una historia nueva, muy interesante, verdaderamente hermoso, poseía una cantidad infinita de relatos. Después de un par de meses leyendo, conocí a la persona dueña de tal maravilloso espacio, controversia de casualidades. Accidentadamente iba conmigo a la escuela, nunca lo había visto ni él a mí, pero sólo fue cuestión de tiempo para que nos hiciéramos grandes amigos, él era muy dulce, sus escritos eran un don de lo sempiterno, desde el día que conocí a Paúl fue una gran inspiración, me enseñó tantas cosas que con simple palabras jamás podría describir.

Sus miradas siempre me congelaban por dentro, quemando mi exterior, me costaba respirar cuando se encontraba cerca de mí. Por las mañanas, al llegar al lugar de estudio, se dibujaba una sonrisa en su rostro, era como si no nos viéramos durante años, sus brazos estaban abiertos dispuestos a recibirme con una felicidad perdurable y, al juntarnos en un saludo, uníamos nuestras almas en regocijo. Por las tardes, solíamos hablar de cuestiones de vida como: "por qué las mañanas pasaban tan rápido, y las tardes tan lentas, por qué el sonido de un aguja era tan alarmantes mientras que los gritos de un ciego eran suaves, por qué no había paz en un hogar familiar y si en el mundo que juntos creamos. Por qué dejar caer lagrimas mientras teníamos una razón para sonreír: Nosotros."
Sus cuentos sobre amores y desamores eran tan continuos como desalentadores, pero de no escucharlo, tendría que ser yo quien hablará y no estaba dispuesta a pasar por eso. La última chica que se había ganado el "corazón" de mi amigo era una mujer muy simpática, gran cuerpo y hermosa sonrisa, sin embargo, algo mentirosa, su nombre Roxan, ¿su edad? oculta entre sus curvaturas. 
Desde un principio se lo advertí, pero estaba tan entusiasmado por ella que, decidí apoyarlo. Un día lleno de actividades comunes, y amarguras innecesarias llegó a mi casa, tenía un regalo para mí, era una fotografía, nos tomaron la juntos, la dejó encima de la mesa de noche, esa fotografía donde me agarraba las manos, era tan especial, me recordaba tanto a él. Ese mismo día, salimos a caminar, estar en casa nos ahogaba a ambos, siempre fui muy detallista, y al llegar a una plaza pude observar a esa chica; Roxan, estaba con otro hombre de una manera muy… Difícil de explicar sin entrar en términos groseros, así que lo dejare en puntos suspensivos, no tenía ni idea de quién era, pero logré impedir que Paúl la consiguiera, inmediatamente nos fuimos, y para evitar que experimentará la desilusión, preferí nunca decirle lo que había ocurrido. 
Todo continúo de una manera muy común, nadie estaba lastimado, y él seguía buscando la atención de una chica que no le merecía. Desde ese encuentro le advertí que dejará de molestarla, y exitosamente, me hizo caso, Roxan le había dicho que la dejase en paz, sus seguidos cumplidos no le parecían suficientes. Paúl es una persona fuerte por lo que se repuso rápido, o eso fue lo que me demostró.
Muchas veces me preguntó sobre mi manía de cantar a las hojas cayendo de los arboles, lamentablemente, nunca obtuvo respuestas de mi parte, para mí era casi imposible decir lo que pasaba por mi mente, aunque él se compenetraba de muchas maneras conmigo, sólo conseguía rechazos. Aun así, continuaba relatándome acerca de sus interrogantes sobre la vida, la existencia, la muerte y sobre todo, los sueños. Desgraciadamente, sus palabras provocaban extrañas reacciones en mí, y mi mente fue cobrando vida por sí sola, fui perdiendo el control de mis pensamientos.  

Sentada esperando la llegada de aquella persona tan significativa para mí, tenía tantas cosas que contarle con una mirada, tantos sueños que transmitirle en un abrazo, tantas caricias que compartir en una palabra, pero nunca llego, pregunté a todos los que estaban por ahí, pero nadie sabía lo que le había pasado. Pensé: “él nunca perdería clases, a pesar de ser pésimo estudiante, es muy aplicado y cumple siempre con los horarios…”, eso me perturbó hasta la salida. Al llegar a mi casa, encendí mi computador, pero Paúl no estaba donde solía estar, no tenía teléfono celular, ni local, no conocí nunca a sus familiares. Estaba tan preocupada por lo que pudo haberle pasado que mi cabeza comenzó a llenarse de malos ideales acerca de su paradero. Seguían pasando los días y el aun no aparecía, preguntaba a los directores y profesores, pero era como si se lo hubiese tragado la tierra o evaporado en una nube de aire. La tristeza estaba empezando a devorarme, no tenia quietud, estaba en tan mal estado, que dejé de comer. Todo me causaba repulsión, así como el giro inesperado que había tomado mi vida después de su ausencia. Tendría que aprender a vivir sin él, lo había hecho antes, por qué no he de volver a estar de la misma manera, no podría ser tan difícil, no puede ser imposible.
Meses de su desaparición, ya resignada a no volverlo a ver, encendí mi computador y me llevé una gran sorpresa, él estaba ahí, donde solía estar cuando hablábamos todas esas tardes, estaba feliz, no había muerto, sin embargo, sentí el miedo recorriendo mis venas, le pregunté: “¿cómo te va?”… Su respuesta fue casi inmediata, “normal, no hay nada nuevo que contarte, al menos a ti no”. Pensé que estaba irritado por algo que había hecho, pero no fue así, simplemente cambio, no sólo conmigo, sino con todos sus llamados amigos. Posteriormente, cambio de escuela, cerró su cuenta en redes sociales, se mudó muy lejos, nunca más lo volví a ver, la última vez que logré hablar con él me dijo: “eres como un virus en internet”. Aquella frase dio en el blanco, después de tantos magistrales e inigualables momentos juntos, sus palabras fueron… tan exactas que, sin dudar, me hicieron caer como lagrimas de cristal. Su misteriosa e incomprensible metáfora me dejó en la nada, se apoderaron de mí, pensamientos aterradores, gritos enfurecidos, gritos que no me dejaban olvidar aquel despectivo y devastador enigma, que me dejó eternas secuelas. 
Cerré por completo mi mente, creé barreras imaginarias, construí una fortaleza para impedir que volviera a sucederme algo similar, sentí que el dolor gobernaba mis entrañas. Lo había perdido y no tenía idea de por qué. Tras innumerables anocheceres intentando acallar los estruendosos razonamientos que llegaban a mi cabeza, me encontré perdida en una vereda oscura y sin salida. Los grandes hallazgos en mi cerebro acerca de tantas cosas en la vida, me dejaron estupefacta, todo lo que había aprendido a su lado, ¿era cierto o sólo una mentira? Estas interrogantes trajeron consigo millones y millones de nuevos pensamientos cáusticos e ilógicos. La vida había perdido total sentido, me encontraba en un eterno debate de teorías erróneas y correctas, indagando cuáles eran sus verdaderos significados. Se me fue el tiempo entre discusiones conmigo misma, sin darme cuenta, estaba dejando salir a una alimaña que, luego, sería casi imposible de volver a aprisionar. Días y noches no tenían diferencias, el color grisáceo era el mismo para el sol y la luna, ya no habían poesías conclusas, no eran más que ideas sin finalizar. Imposible conseguir el sueño, y normalmente acababan convirtiéndose en pesadillas.
Al cabo de un año, comencé a despejarme de todo pero seguía encerrada en las paredes que creé, convertí al conocimiento mi gran delirio y esos pensamientos agobiantes me dejaron vivir en armonía con su compañía. De manera habitual, tenía continuamente la leve sensación de que estaba enloqueciendo, divisaba mi alrededor y todos me estaban observando con una expresión algo extraña, pero me estaba interesando tanto por la voz que me susurraba, que no les presté mucha atención y continúe con los oídos abiertos a nuevos conocimientos, estaba hambrienta de sabiduría abstracta, quería dejar de ser una más del cúmulo de ignorantes que paseaban por los corredores, quería demostrarme a mi misma que podría algún día volver a hablar con aquel inolvidable ser y tener la capacidad de comprender el origen de aquella desorientadora frase. Entretanto, ellos me hacían pasar por lunática en sus cabezas, cómo no hacerlo. Estaba hablando en voz alta, totalmente sola, no había ninguna persona con quien compartir objetivos, eran temas tan descabellados e insólitos que sólo mi álter ego y yo podían argumentar.
Ya hasta había perdido la manía de cantarle a las hojas que caían de los arboles. Exiguamente, se fue apoderando de mi esencia, lo que mi persona representaba, cada característica mía se estaba volviendo suya, pero de quién, era sólo yo y más de mi misma, me alejaba cada vez más de aquellos a los que comúnmente les llame “amigos”, me sentía más cómoda con lo que hablaba, de lo que podía estar relatando una historia íntegramente trillada. Los días seguían corriendo, mientras yo me iba ahogando en ese ciclo infinito de saberes, curiosidades absurdas, melodías y cantares hermosos. Se extinguía paulatinamente el sabor de la realidad, sólo sentía ese deseo de informarme más y más, mi gramática se volvió más extensa, mi interés por lo inverosímil se hizo casi perenne y un sinfín de cosas más.
Después de tanto ocurrió; empezaron a llegar esos misteriosos pensamientos, esas palabras y melodiosas dejaron de serlo, aquellos gritos enfurecidos regresaron, ese sonido, suave sonido de una aguja al caer quedo opacado por gritos ensordecedores de un mudo tratando de ser escuchado por centenares de sordos. Esa lágrima que nunca debió caer, los sueños que aun nos faltaban por contar, esa sonrisa que veía al llegar, con los brazos abierto esperando amor que recibir y amor para brindar. Todo llego a mí como una flecha pintada,  fue una operación sin anestesia, como vivir de nuevo esa escena donde todo quedo en suspenso, donde quebranté el silencio y se convirtió en llanto, pidiendo una explicación a algo completamente invisible-inexistente. ¿Por qué no me responde? Ahora viene la gran ola de pensamientos agobiantes, dime cómo callarlos, imploro silencio. Quiero respirar, por qué no puedo, quita esas manos de mi cuello, abrazaré mi almohada, pondré tapones para mis oídos, pero aun así permanecen. Y lo veo en mi cabeza, está ahí tomando mis manos, que brillo el que surgió en mi mirada, y su espejo, sus labios partidos y corazón abatido. Ya no lo veo así, él fue quien me enseñó a diferenciar, pero no hay nada ahí no hay nada. Él fue quien exploró mis sentidos de pies a cabeza, aún callada me escuchaba y su simple mirada me consolaba.
Ya no quise pensar, cómo apagar esta máquina que crea a su gusto y manera. Deber aprender a vivir con ello, intentar soportar el hecho de haberlo perdido como a una espina en el desierto. Pensar en su rostro, esta llama nunca se extinguió, sólo quise que disminuyera, quise recordarlo cuando yo lo deseara, no cuando mi mente me obligase a pensarlo. Miserable máquina de pensamientos. Aprender a vivir con ellos, no fue fácil, pero tampoco imposible, esos incesables alaridos seguían ahí, ya me había rendido, no queda más por hacer, cada día, tenía presente el retrato de su imagen, lo que dijo antes de marcharse, lo que habíamos hecho antes de que se esfumara. Había convertido mi pasado, mi presente, y mi futuro en mi agonía, mi felicidad, mi recuerdo.

Otro día más, el sol estaba casi oculto y se podían ver los colores en el cielo, ya estaba colmado de estrellas, yo sólo jugaba una partida de damas con gente desconocida y sin motivación alguna, perdí montones de veces haciendo los mismos movimientos, no quería un nuevo juego, no quería que se parara el tiempo, -sigue corriendo… “Espera un momento”, pude percatarme de la falta de sonrisas en mis pensamientos, a pesar de ser un juego estratégico, mi mente estaba silenciosa. Al fin todas las tormentosas palabras habían cesado, los agudos gritos se habían convertido en total silencio. Qué habría pasado, me asusté, ya había vivido tanto tiempo con esos pensares que, creí que algo andaba mal, cerré el juego y me senté cerca de la ventana y sin querer la tumbé un pequeño recuadro, estaba lleno de polvo, y la fotografía que llevaba dentro algo rota; levante un poco mi camisa y la limpié. Era él, esa fotografía antigua… Mágica y misteriosa, la tomé entre mis manos aun estaba en mi mesa de noche, nunca la moví, nunca más la mire, tenía tanto miedo de volver a ver tu ojos, que sólo me los imaginaba, me fui hasta la ventana, para mi sorpresa, iba una hoja cayendo de un árbol y comencé a cantar, aquella manía que había desaparecido, repentinamente volvió a mí.
Recordé cuantas veces me preguntó: “por qué cantas, es sólo una hoja cayendo”… Nunca le respondí, nunca respondí tantas cosas, y recordé que tampoco le conté sobre aquella chica que tanto le gustaba, aquella mujer que lo engañó frente a él y a mí. 

Para mis adentros comencé a recordar porqué cantaba:

“Canto a lo maravilloso que es ver una hoja de un árbol caer, así me sentí tantas veces que lo olvidé, mirarlo desde cúmulos de perspectivas, todas diferentes entre sí, unas nuevas otras viejas, descender de las alturas a lo más llano, mira el suelo; hay montones de cosas nuevas por conocer y de cosas conocidas por volver a ver, ¿no extrañas eso? Sentir la brisa acariciando tu rostro, es tan bello, tan hermoso… Mírame, cierra los ojos, toma mis manos, siente que te estoy llevando, ¿lo ves? No estás cayendo, estás volando.  Esa sensación de declive, olvídala, no la necesitas, aprécialo desde otra perspectiva, aunque vayas en bajada, piensa en que no te dolerá la caída, estoy yo para atraparte, aquí están mis brazos para cubrirte en mi manto, ven que yo te canto y curo tus heridas con mi llanto, sólo piensa en lo maravillo que es ese sentimiento de emprender el vuelo hacia un mundo desconocido, por ti, por mi y por todas esas hojas que ya cayeron y que mañana caerán, por aquellas hojas que callaron lo que sintieron porque fue tan bello como asesino. Porque recordamos que estás y que estoy, y esa lágrima cae de tus mejillas formando una sonrisa en tu rostro…” 


 Tantos secretos, tantas verdades que no se dijeron y aún hoy, no sé el motivo de tu partida, pero te juro, que cuando decidas volver, mis brazos estarán abiertos para recibirte y el gesto de felicidad nunca se borrará de mi rostro, aún cuando fallen las palabras.