Al comienzar amar, das todo lo que puedes para seguir amando, y cuando ya no recibes amor, sientes que tu cuerpo deja de sentir. Que tu corazón dejó de latir.
Todo se tiñe de hermosos tonos violetas, rosados. El túnel de la vida se ha vuelto compartido, y caminan por la alborada de sueños tomados de manos, compartiendo el alma, una sonrisa. Y la felicidad adorna la infinita habitación, palabras vienen y van, caricias y besos ppr doquier. De repente algo sucede, uno de los dos se detiene, soltando así la mano de quien sigue caminando. Casi como un puñal en la espalda, se quiebran las vertebras que mantienen unidos a dos caminantes-pensantes.
Despacio se van quedando sin latidos, se apagan los sentidos. Y unos de los dos deja de amar.
Por otro lado, el caminante que continúa amando suele sufrir un ataque de pánico, deja de comprender. No razona. Sólo se dedica a buscar respuestas. Respuestas que no tienen reales preguntas, porque no puedes obligar a alguien que te expliqué por qué. El simplemente deja de sentir y no hay nada que hacer ni nada que decir.
Soy un caminante-pensante que ha perdido su mitad, que ha dejado de pensar y continúa con la mano extendida en espera de otra que la mantenga viva, respirando por inercia, caminando para regresar. Sólo tienes que aprender a vivir sin tu otra mitad, con todo tu cuerpo apagado. Con el corazón congelado.
